Disponibilidad: En almacén, envÃo inmediato.
Ir a la tienda Kobo eBooksPampa se habÃa quedado dormida, acurrucada en el umbral. Envuelta su monstruosa cabeza en el refajo de bayeta amarilla, que habÃa levantado por detrás al sentarse; un pie montado sobre el otro, como para prestarse mutuo calor, calzados ambos en gruesos zapatos claveteados; las manos debajo del delantal blanco, dormÃa sobre la dura piedra, como sobre un cómodo colchón de muelles. ¡Pobre Pampa! Cansada del fregoteo de platos, del bruñido de cuchillos y del lavado de vasos, de traer y llevar, de bajar y subir, de salir y de entrar, habÃa obtenido la promesa de acompañar a la señora a una visita de intimidad aquel dÃa, lo que le servirÃa de pretexto, para ver las calles y quizá la plaza de la Victoria; pues con ser 25 de Mayo, fiesta patria, habÃa Tedéum, rifa, parada militar y qué sé yo. Soñaba la india en las lindas cosas que verÃa: tanta bandera; tanta gente endomingada; los niños, con traje de terciopelo, muy orondos, agarrotados los dedos por los guantes; las niñas, de blanco, unas con banda azul y otras no; las personas que se agolpaban a las ventanas del Cabildo, donde el transeunte es asaltado por una, dos o tres señoritas, que le meten por las narices, como si dieran a oler una pastilla, la cedulita de la rifa, y le marean y le cercan, y le siguen y le persiguen, repitiendo: ¡Caballero! ¿una cedulita? ¿una cedulita, caballero?como muletilla de mendigo. Detrás de la reja, majestuosa y cómodamente sentadas, dos matronas, tan gordas, que casi no caben las dos de frente, con las costas repletas de papelillos en la falda, despachan su mercancÃa, echando de vez en cuando por aquella boca un ¡Caballero! que más parece un bostezo, que un llamado. Luego, los vendedores de naranjas, de silbatos y de globos; la corriente humana que no cesa de circular, engrosada por los torrentes que cada bocacalle vomita sobre la plaza; los soldados, tan marciales, en fila, los ojos sobre el jefe, que recorre la lÃnea a caballo, dejando ondear al viento su penacho azul y blanco; las músicas, que tocan; el cañón, que truena; los cohetes, que estallan; las campanas, que vibran, y por último, el Presidente, que pasa, a pie, camino de la Catedral, en medio de los acordes graves y solemnes del himno nacional, precedido, rodeado y seguido de brillante cortejo. Pampa hacÃa sonar, con fruición, en el bolsillo de su vestido de lana nuevo, los centavos que le diera el patrón para la rifa, cuando alguien la llamó. ¡Pampa! que tienes que lavar las medias del niño, y traer azúcar del almacé