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Ir a la tienda ImosverIsadora Duncan pidió una cerveza en su hotel y un grupo de gente contempla una foto de Gorbachov. Lou Reed dijo que medÃas cinco pies y diez pulgadas junto al Muro y un guÃa norteamericano con gafas Ray-Ban explica dónde estaba el despacho de Goebbels. Barry Lyndon se disfrazó para cruzar una frontera y una chica se baja los tirantes del vestido para tomar el sol tumbada en la hierba de un cementerio. Chéjov llamó a la puerta de un médico y un hombre deja una piedra sobre un monumento a las vÃctimas de un crimen. BerlÃn es lo que tienen en común. Es singular la acupuntura que ejerce sobre la piel del mundo esta urbe condenada a ser pedagógica, que convive con las heridas de su historia y las cura con cuidadosa despreocupación. Queda en BerlÃn un rastro de imágenes de la vida invisible, la de quienes poblaron distintos paÃses sin saber que en BerlÃn habÃan de cruzarse sus destinos. Jesús del Campo, nacido en Gijón, es autor de, entre otros libros, Radio Babel (1995), Tesoros, selvas y naufragios: de Stevenson y Conrad a Theroux y Coetzee (1996), Los diarios clandestinos de Blancanieves (2001 y 2008), Las últimas voluntades del caballero Hawkins (2002 y 2007) e Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos (2007). Castilla y otras islas apareció en el año 2008 en esta misma colección. Su obra se ha traducido a diversas lenguas. Jesús del Campo, nacido en Gijón, es autor de, entre otros libros, Radio Babel (1995), Tesoros, selvas y naufragios: de Stevenson y Conrad a Theroux y Coetzee (1996), Los diarios clandestinos de Blancanieves (2001 y 2008), Las últimas voluntades del caballero Hawkins (2002 y 2007) e Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos (2007). Castilla y otras islas apareció en el año 2008 en esta misma colección. Su obra se ha traducido a diversas lenguas. Isadora Duncan pidió una cerveza en su hotel y un grupo de gente contempla una foto de Gorbachov. Lou Reed dijo que medÃas cinco pies y diez pulgadas junto al Muro y un guÃa norteamericano con gafas Ray-Ban explica dónde estaba el despacho de Goebbels. Barry Lyndon se disfrazó para cruzar una frontera y una chica se baja los tirantes del vestido para tomar el sol tumbada en la hierba de un cementerio. Chéjov llamó a la puerta de un médico y un hombre deja una piedra sobre un monumento a las vÃctimas de un crimen. BerlÃn es lo que tienen en común. Es singular la acupuntura que ejerce sobre la piel del mundo esta urbe condenada a ser pedagógica, que convive con las heridas de su historia y las cura con cuidadosa despreocupación. Queda en BerlÃn un rastro de imágenes de la vida invisible, la de quienes poblaron distintos paÃses sin saber que en BerlÃn habÃan de cruzarse sus destinos.